El conflicto y la crisis ¿una oportunidad?

Creo que estaremos de acuerdo en que, a lo largo de la vida, es frecuente atravesar crisis personales y conflictos de relación, más o menos intensos, más o menos dolorosos.

Los profesionales que acompañamos a personas en momentos de crisis sabemos que estas situaciones suponen una oportunidad. Pero me gustaría dedicar este espacio a reflexionar y profundizar un poco sobre esta idea.

Esta vez no quiero dirigir la atención desde el principio al conflicto como una oportunidad de crecimiento. Quiero empezar en un punto anterior, reflexionar sobre el conflicto y la crisis como una llamada de atención, una alerta, un “¡cuidado que esto puede acarrear mucho sufrimiento!”.

Recordemos por unos instantes una crisis que todos hemos atravesado: el confinamiento.

Recuerdo los mensajes optimistas que circulaban en ese momento. Se decía que tras la crisis íbamos a salir más fortalecidos, más solidarios, más compasivos; que esta crisis sería una oportunidad para mejorar. Son mensajes que necesitábamos oír, pero no siempre es así.

El confinamiento pudo despertar comportamientos solidarios y generosos y también pudo generar contracción y miedo. Las crisis y los conflictos son situaciones que implican un riesgo.

Decía Sun Tzu (s. V. a.C) que:
“El Conflicto es luz y sombra, peligro y oportunidad, estabilidad y cambio, fortaleza y debilidad, el impulso para avanzar y el obstáculo que lo impide. Todos los conflictos contienen la semilla de la creación y de la destrucción.”

Las crisis y los conflictos también encierran la capacidad de generar mucho sufrimiento.

De forma muy esquemática, se puede decir que ante un conflicto existen tres formas básicas de responder:

  • Podemos huir, pensar que no existe, que no pasa nada.
  • Podemos luchar, resistirnos y enfrentarnos a eso que sucede.
  • O podemos afrontarlo con serenidad, comprender qué significa para cada uno y qué vamos a hacer con eso que acontece, desde una perspectiva constructiva.

Son tres formas de responder, cada una con sus ventajas y sus inconvenientes.

En ocasiones la huida puede ayudarnos a ganar tiempo, quizá no contamos con los recursos suficientes para afrontar el conflicto y necesitamos huir o alejarnos de eso que nos hace daño. A veces, es necesario.

Por ejemplo, ante una relación tóxica, dañina, en ocasiones, conviene alejarse, tomar distancia, incluso física.

En ocasiones, ante una crisis o conflicto aparece la tristeza. La tristeza es una emoción asociada a la retirada. La tristeza nos invita a procurar un lugar seguro, de cuidado, de protección, antes de poder afrontar el conflicto. El inconveniente es cuando la tristeza se instala en nuestra vida y no encontramos el momento para afrontar el problema. Entonces, la crisis o el conflicto se convierte en un pesado lastre con el que cargamos.

Otras veces, conviene luchar. Nuestro sistema nervioso está preparado para responder también en modo lucha ante la adversidad, posibilitando concentrar nuestra energía en aquello que nos hace daño, para cambiarlo o para no permitir que nos cambie. Por ejemplo, en ocasiones, ante un ataque físico o un abuso de poder respondemos en modo lucha.

En las respuestas de lucha es normal que aparezca la rabia. La rabia nos da fuerza, nos posibilita afrontar la situación con mayor determinación. El inconveniente es que los conflictos que afrontamos en modo “lucha” o las crisis de las que salimos “a la fuerza” raramente solucionan el problema. Además, la rabia mal gestionada, nos hace daño a nosotros mismos y a los demás.

Muchas veces, ante una dificultad dirigimos la rabia hacia nosotras mismas, surge el reproche, la crítica hacia nosotras mismas. Para tener relaciones sanas y maduras necesitamos darnos cuenta si esa rabia se instala para quedarse, si nos habituamos a responder con rabia y utilizamos esta respuesta cuando no es la adecuada, nos hará daño.

Se atribuye a Buda la siguiente frase: “Aferrarse a la rabia es como agarrar un carbón ardiendo con la intención de tirarlo a alguien”. La imagen es suficientemente elocuente.

Las respuestas de huida o resistencia y lucha pueden ser respuestas válidas, funcionales en una etapa de nuestra vida, y podemos avanzar en la vida con conflictos abiertos o con crisis sin resolver. Pero, quizá en algún momento de nuestra vida, nos encontremos en la necesidad de revisar esas cuestiones que nos hemos ido dejando por el camino y que en este momento nos generan sufrimiento.

Sólo si afrontamos el conflicto desde una mirada constructiva, podemos hacer del conflicto una oportunidad de crecimiento.

Por mi experiencia acompañando a personas en momentos de crisis he comprobado que es posible vivir instalados en el conflicto, sé que muchas personas, en ocasiones, necesitamos huir, resistirnos o luchar, también he experimentado y he acompañado el sufrimiento que conlleva y también he sido testigo privilegiado de cómo muchas personas convierten las crisis en un momento de crecimiento, de avance, de desarrollo personal.

Ante una crisis personal o un conflicto con alguien, conviene advertir la capacidad destructora de la situación y el sufrimiento que puede conllevar, y desde una reflexión serena, consciente de lo que implica, emprender el camino de convertir el riesgo de destrucción en oportunidad de crecimiento.

Es como un proceso alquímico en el que existe la posibilidad de convertir lo pesado, el plomo, en algo valioso, en oro, en desarrollo y crecimiento. Lo habitual es que necesitamos dedicar tiempo y energía a este proceso

Las crisis y los conflictos nos pueden servir para señalar aquello en lo que podemos madurar y crecer como personas. Estas situaciones, incómodas, dolorosas, nos pueden ayudar a desarrollar nuevas habilidades, a conectar con nuestras verdaderas necesidades, con lo que es importante para nosotras, podemos dar un significado constructivo a eso que nos sucede. Por ejemplo, una separación o divorcio bien gestionado nos puede ayudar a madurar en nuestras relaciones, nos da la posibilidad de aprender a gestionar la diferencia desde el diálogo constructivo; una etapa de tristeza profunda nos puede ayudar a clarificar nuestros valores, lo que verdaderamente es importante para nosotras y hasta ahora estamos desatendiendo y nos estaba conduciendo a la depresión.

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    Muchas veces tenemos las herramientas necesarias, o las personas de nuestro entorno nos pueden ayudar a afrontar las crisis. La escucha, la comprensión de eso que nos está pasando, el acompañamiento emocional, puede ayudar mucho a quién lo está pasando mal y quiere emprender acciones para el cambio.

    En ocasiones, cuando la situación nos supera o nos genera un sufrimiento excesivo, es conveniente acudir a profesionales formados, experimentados y preparados para acompañar este proceso. 

    Desde la Escuela de Crecimiento Integral queremos poner a tu disposición herramientas y profesionales para que puedas convertir las crisis en una oportunidad de crecimiento. 

    José María Fernández Flores.

    Psicoterapeuta.

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