¿De qué hablamos cuando decimos crecimiento personal?

El tiempo transcurre, la vida fluye y en cada uno de nosotros ocurren cambios, internos y externos, a los que nos vamos acoplando en cada momento.

Cuando hablamos de crecimiento personal, hablamos de ser conscientes de estos cambios, de la conciencia de uno mismo, de qué vivo y quién soy. Lo que nos permite vivir de acuerdo con lo que somos, saborear lo que es y lo que ocurre, desplegar nuestra intuición y sabiduría y potenciar nuestras habilidades.

Crecer es un proceso que dura toda la vida. Y es que es imposible seguir haciendo siempre lo mismo para vivir. Necesitamos estar conectadas con nuestra verdad, con nuestra propia esencia, lo que nos permita ir dando forma a lo que queremos y necesitamos en cada momento, que no siempre es lo mismo.

¿Para qué?

Para disfrutar de lo que somos y vivimos, para guiar nuestra vida conforme a lo que queremos y nos hace bien.

Esto requiere de una búsqueda constante. El crecimiento no se para. Se inicia y sigue, e implica salir de la zona de confort, para poder garantizar nuestro bienestar, poner conciencia y ver qué necesito cambiar.

Si aprendemos a escuchar y mirar nuestro interior, conectamos con una fuerza primordial que pulsa a favor de una evolución de la consciencia. En el ámbito personal la vida nos trae una y otra vez experiencias que nos invitan a actualizar nuestras potencialidades y a abrirnos a observar, a acoger, comprender, abrazar… en definitiva a Amar “lo que ES”…

Por otra parte, en nuestra dimensión transpersonal avanzamos en un camino hacia la comprensión de nuestra identidad esencial. Una y otra vez, en el devenir de nuestra vida experimentamos procesos de deconstrucción de aquello que creíamos ser; pérdidas, quiebres, crisis…etc. que nos invitan a soltar identificaciones con las formas y a palpar lo que subyace.

4 Claves fundamentales para el crecimiento personal

1. Parar, escucharte y aprender a reconocerte.

Tomarnos tiempo para parar y salir del “piloto automático”. Poder hacer silencio de todo el ruido externo; tareas, proyectos, quehaceres y pensamientos constantes, que permitan escuchar lo que está ocurriendo dentro de nosotros.

En esta escucha podremos reconocer: cómo estamos, qué sentimos, qué necesitamos, etc.

Supone mantener un oído dentro y otro fuera que nos permita una conexión real y constante conmigo y con los demás.

2. Contactar con tu verdad, con “lo que hay”.

Aceptar lo que descubro cuando paro y me escucho. A veces da miedo. Puede ser que no coincida con la idea que tengo de mí o de lo que creo que es bueno, pero es necesario abrirse a una escucha sin prejuicios, sin clasificar si es “bueno” o “malo” lo que estoy viviendo sino dejándome escuchar y reconociendo lo que hay. Así tomo contacto conmigo y con mi verdad. A partir de ahí, puedo decidir, con honestidad, qué quiero hacer y hacia donde me quiero dirigir.

3. Hacernos preguntas.

Esa búsqueda del equilibrio en nuestra vida, en nuestro día a día, en la relación con nosotros mismos y con los demás, implica preguntarnos constantemente dónde estamos y dónde queremos ir o hacia dónde.

Al hacernos preguntas sobre nosotros mismos, nuestra vida y la relación con los demás, estamos en una observación constante, en una presencia de lo que hay y en una actitud de apertura. Aunque muchas veces no hay respuestas claras, las preguntan nos mantienen conectados.

¿Cómo estoy? ¿Qué necesito ahora? ¿Qué deseo? Detente y obsérvate.

4. Estar abierto al cambio

El crecimiento es cambio constante y esto, muchas veces nos asusta. Implica asumir la presencia de incertidumbre en nuestra vida y confiar en que seremos capaces de dar respuesta a lo que venga.

A veces nos aferramos a lo que nos ha funcionado en otro tiempo, aunque ahora no me sirva, nos aferramos a nuestras ideas, aunque nos limiten.

Para potenciar nuestro crecimiento es necesario estar abiertos al cambio, asumir que a veces tendremos que salir de la zona de confort y explorar lo nuevo, cada vez con más capacidades y habilidades personales.

Y para seguir reflexionando sobre el crecimiento personal, Natalia nos trae esta historia:

“Amanda llevaba ya muchas horas de viaje. Había podido disfrutarlo, pues tuvo la previsión de echar un buen libro en su mochila, pero estaba algo cansada. Tenía ganas de hacer la primera parada de descanso.
Estaba reflexionando mucho sobre el viaje. Comenzaron a surgirle algunas dudas de si realmente había sido buena idea hacerlo sola.

Muchos familiares y amigos le habían insistido que, quizás, se aburriría o acabaría echando de menos hablar con alguien. No esperaba que le entendieran, pero sí que le apoyaran. A pesar de eso, decidió que era hora de satisfacer una necesidad casi vital: conectar con el sentido de la vida, su vida, y creyó que aquel viaje le permitiría reflexionar sobre aquello. Por eso no se lo pensó mucho, fue prácticamente un impulso.

El frenazo del tren le sobresaltó, estaba demasiado absorta en sus pensamientos. Miró por la ventanilla y se encontró con una estación algo antigua, con mucho encanto, en un pueblecito al sur de Francia. Cogió su mochila y salió en busca de alguna cafetería. Después de callejear un poco, decidió meterse en una pastelería pequeñita que emanaba un delicioso olor a hojaldre y mantequilla recién horneado.

Mientras se tomaba su café, una voz a su espalda le preguntó si podía sentarse. Vio a una chica más o menos de su edad que cargaba con una mochila. La chica se presentó. Se llamaba Saray y resultó que viajaba con ella en el interrail. Estudiaba periodismo y le confesó que no era la primera vez que viajaba sola. Amanda lo vio como una gran oportunidad para conocer otras experiencias. Quizás buscaba ese apoyo que no recibió de su entorno, pero no le importaba que fuera así. Sintió que podía ser enriquecedor.

Estuvieron hablando un buen rato. Saray le contó que viajar sola se había convertido para ella en una tradición anual y que ningún año, desde sus 18, había fallado. Ahora tenía 28. En cada viaje había explorado una ciudad en concreto, había intentado empaparse de la cultura, se había motivado a hablar con extraños, ¡hasta había hecho buenos amigos! Todo aquello comenzó como una búsqueda de respuestas a preguntas que se hacía sobre sí misma, sus relaciones, su profesión, qué quería transmitir con sus artículos, etc. Pero descubrió que, la mayor parte de las veces, volvía a casa con nuevas preguntas más que con respuestas.

Quizás me he vuelto algo adicta a llenar la mochila de más interrogantes. Sin embargo, cada vez me siento más tolerante ante la incertidumbre y estoy intentando aceptar que habrá preguntas que nunca serán respondidas. Te confieso que no siempre me resulta fácil. Encontrarte con otras personas que se hallan en el mismo camino que tú puede ser muy reconfortante, por eso me he aventurado a sentarme contigo. Al verte sola deduje que podrías encontrarte en el mismo camino que yo.

Hay algo de lo que sí estoy segura y es que encontrarme en lugares desconocidos hasta el momento me ha ayudado a descubrirme más a mí misma, así como el mundo que me rodea. De algún modo me ayuda a fortalecer mis raíces, aunque no me asiente en un único sitio- Le dijo.

Amanda volvió al tren pensativa. ¿Es este un viaje constante en el que cada vez hay más preguntas, al mismo tiempo que es más fácil encontrar cierto sentido? ¿Son compatibles ambas cosas? Además, le acompañaba una sensación de sosiego al descubrir que otras personas que se mueven por el mismo impulso que a ella le movilizó. De alguna manera Saray, sin saberlo, validó aquella decisión.

Mirando por la ventanilla, mientras le daba vueltas a todo aquello, vio a lo lejos a un grupo de cuatro personas que se acercaban a prisa al tren. -¿Y si esas mismas personas decidieron hacer el viaje por los mismos motivos que ellas, pero prefirieron acompañarse en el camino? A veces, puede resultar solitario…- se preguntó. Le resultó bonito pensar que hay muchas más almas exploradoras que, aunque nunca lleguen a cruzarse, experimentan las mismas necesidades.

Muchas preguntas y pocas respuestas. No tenía prisa por resolverlas, como tampoco la tenía por llegar a su destino. Quizás, si no hubieran hecho esa parada no habría podido compartir ese café con Saray ni todo lo demás. Prefería disfrutar, sentir, observar, estar. De repente recibió un mensaje: ¡Ey!, Soy Elena. Espero que estés disfrutando del trayecto. Ya te echo de menos, pero espero que aproveches y tengas mucho que contarme a tu vuelta :)”

Tal vez como Amanda hayas iniciado un viaje, puede que sea nuevo o ya transitado en otras ocasiones; puede que tengas la sensación de que te falta algo y que estás en proceso de búsqueda

  • ¿Qué te impulsa a iniciar este proceso?
  • ¿Qué es lo que te gustaría encontrar?
  • ¿Qué parte del camino has recorrido?

Amigo, amiga con este artículo iniciamos este nuevo canal de comunicación con el fin de poder acompañarte en este apasionante mundo del crecimiento y del Encuentro contigo mismo y con los demás

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